Fausto y Mefistófeles en el film de F.W. Murnau (1926)
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El actual régimen del Estado español es herencia de Franco. Un simulacro de democracia que la revolución catalana, el procés, ha desenmascarado. Por ello, todas y cada una de sus instituciones se han puesto de acuerdo para someter ilegal e injustamente a quienes, aflojado sus costuras, han dejado caer el disfraz que permite ver su verdadera naturaleza. Cualquier esfuerzo para camuflarla será inútil.
Al Estado le quedaban dos vías: 1) aceptar una solución pacífica y democrática para resolver su legado o 2) practicar la represión disfrazándola de falsas apariencias utilizando la propaganda propia de los regímenes autoritarios. Optando por ésta, cualquiera que sean sus dirigentes, ha confirmado el legado. ¿Nos hallamos ante la III Dictadura?
Por ahora es obvio que la Corte al completo: corona, legislativo, ejecutivo de cualquier signo y judicial, incluyendo a sus protectoras fuerzas de seguridad, pretenden reflejar una imagen engañosa de democracia a la par que ministros y medios cacarean su excelencia y superioridad incluso en comparación con otras occidentales, como la francesa o la belga. A pesar de ello, la Corte va tan desnuda como el soberano en el cuento Andersen el Traje nuevo del emperador.
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Ilustración de Arthur Rackham para el Traje nuevo del emperador de Andersen. Observen su singular nariz borbónica.
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Efectivamente, el camino elegido ha mostrado a un Estado desmoronándose como un castillo de naipes. De forma indigna se dirige al precipicio de la historia que entierra al pasado. Mientras, pretende reflejar en un falso espejo una imagen de ilusiones y quimeras de lozana juventud, luna que también exhibe al público, cuando la realidad muestra todo lo contrario, su evidente decadencia. Así, deniega extradiciones de criminales del franquismo; absuelve el tráfico ilegal de niños que enriqueció a muchos de sus defensores con la complicidad de la Iglesia; subvenciona la existencia de instituciones en memoria del caudillo; pone trabas a la localización de muertos; reparte títulos universitarios falsos entre acólitos para destacar sus fatuos currículos; absuelve bandas de violadores formadas por miembros de sus fuerzas de seguridad; se niega a expedientar a jueces del Tribunal Supremo y fiscales que en visita oficial al extranjero son descubiertos con menores; persigue la cultura prohibiendo en sus intolerantes Cortes el uso de otras lenguas del Estado que no sean el castellano; abre expedientes de investigación policial, fiscal y judicial por motivos políticos; registra sedes y despachos sospechosos de separatismo; espía personas y sedes de partidos; detiene e interroga; retira de bancos catalanes miles de millones de euros de empresas públicas y administraciones (tales como Renfe, Adif, Ports de l’Estat, RTVE, entre otras), forzándolas a dejar sus sedes en Cataluña para recuperar sus depósitos, lo que no solo constituyen delitos de coacciones y amenazas, sino la provocación de un corralito; envía fuerzas del orden público al Principado para dejar un innecesario rastro de heridos y destrozos en escuelas simplemente por votar; las condecora después como heroínas de guerra; encarcela por cuestiones políticas, acusando de falsos delitos de rebelión y terrorismo incluso a cantantes; emite y retira incongruentemente órdenes de detención internacionales contra exiliados que permitieron votar o que fueron condenados por cantar verdades; en definitiva, persigue a ciudadanos por ejercer su legítimo derecho de expresión, cuestionando a la vez exposiciones de arte que admiten imágenes distintas a su quimera, aquella bondadosa que pretende reflejar a través de un manipulado espejo; permite correos electrónicos corporativos de jueces y magistrados insultando con iracundia a independentistas, incluyendo a los que tienen injustamente encarcelados y que van a juzgar por delitos ficticios, mostrando así su execrable sentimiento de odio y parcialidad; deniega recusaciones fundadas de magistrados afines al régimen; admite actuaciones callejeras de grupos incontrolados de extrema derecha con la cara tapada y sin ella contra aquellos que no opinan igual; los infiltra para causar desórdenes con el fin de criminalizar legítimas protestas contra el sistema; permite amenazar de muerte a líderes catalanes y a sus familiares; en fin, prevarica de forma impune; admite que sus voceros ventilen falsedades y oculten hechos o los tergiversen en los medios de comunicación que controla bajo censura, mientras se rasga las vestiduras farisaicamente ante la visión de un lazo amarillo que les recuerda la existencia de sus presos políticos y un largo y nauseabundo etcétera de la opresiva cloaca en que han convertido al Estado, claro represor de derechos y libertades.
Cataluña, la rebelde de siempre, es quien le ha arrancado el disfraz dejándolo desnudo con el procés y de este modo dejando en evidencia la indecorosa farsa que representó una transición fraudulenta del franquismo, verdadera causa de la decadencia que lo avoca a una indigna agonía. Por ello, la mayor represión recae sobre el Principado, que exige ya sin miramientos liberarse de la tiranía bien mediante el ejercicio del legítimo derecho de autodeterminación con mediación internacional (cuestión que ni acepta ni aceptará el Estado), bien implementando la república que el Parlamento catalán declaró el 27 de octubre de 2017 y que quedó suspendida por el Presidente de la Generalitat Carles Puigdemont.
La epopeya del referéndum del 1 de octubre de 2017 que precedió a dicha declaración, con la compra de urnas a China, su ocultación en la Cataluña Norte y posterior y puntual reparto clandestino junto a las papeletas a todos los colegios electorales, la ocupación y defensa de éstos, la brillante actuación de los hackers para que la votación no fallase y la posibilidad de hacerlo en cualquier lugar de Cataluña, fueron un triunfo del pueblo y el gobierno catalanes contra un Estado violento que causó más de mil heridos.
Las consecuencias del golpe de estado que supuso la posterior supresión del Parlamento y el Gobierno catalanes y la persecución penal subsiguiente, permitió ver al mundo su imagen real. La ilusión pretendida de lozanía se esfumó para siempre del espejo en que se miraba complacido y dirigía complaciente a los demás, dejando al descubierto su execrable miseria.
Cataluña, que se resiste de forma pacífica y heroicamente a seguir siendo ocupada por una potencia colonial en declive que no solo explota sus recursos sino que no respeta su singularidad, sabe que sería más próspera y más libre sin España; y España sabe que no solo sería menos próspera sin Cataluña, sino que facilitaría la oportunidad para acabar con su régimen. Cuestión que no interesa ni la Corte ni a los abducidos por su propaganda.
La dolencia del Estado se ha extendido como una metástasis. España, definida por Valle Inclán como la deformación grotesca de la civilización europea, no es ya gran cosa más que una agonizante. Ella misma es su verdadero problema. No los demás. Sin un Nuremberg que haya purgado la herencia franquista, ha permitido conservar a sus dirigentes las prebendas de un ancien régime exhausto que se remonta incluso a mucho más atrás.
Ese esperpento se vistió de gala el 19 de septiembre de 2018 para el estreno en el Teatro Real de Madrid del Fausto de Gounod en producción visual y escénica de la compañía catalana La Fura dels Baus. Tras la función y durante el saludo al público, aparecieron dos colaboradores externos del grupo con sendos lazos amarillos (el figurinista Lluc Castells y el escenógrafo Alfons Flores) arrancando a la sala una desmesurada protesta.
La imagen del teatro era el reflejo de unos monarcas hieráticos situados en un palco más propio de la Viena y el Budapest imperiales del siglo XIX que de una Corte menguante. Los sucesores del rey impuesto por Franco presidían una mise en scène de opereta de los hermanos Marx. Ese mundo de apariencias con menos glamour que Montecarlo en el que se hallaban representantes de las diversas instancias del Estado se puso, además, en clara evidencia.
El espejo de Mefistófeles, ahora nítido y girado hacia el público, reveló la verdadera conciencia de éste en un instante impagable. En el saludo final, bastó la aparición en el escenario de dos humildes lazos amarillos para provocar un inadecuado abucheo, claro infractor de libertad de expresión. La asistencia rechazaba la denuncia que suponía observar esa imagen acusatoria. Me pregunto si no respondía al repudio de los remordimientos que les causaba haber vendido su alma al diablo a cambio de poder, como también hiciera el Fausto representado.
Las disculpas posteriores tanto del mismo Teatro Real como del director artístico de La Fura dels Baus, Àlex Oller, me parecieron ridículas, sobrantes y ahondan en esa posibilidad que bien pudiera incluir también haberse exigido por la Corte, siendo en definitiva que no se trataba más que de una actuación libre y personal de dichos colaboradores fuera de la escena. Es evidente que la censura se extiende más allá de ésta en la que ya no cabe la delación del sistema.
Lluc Castells aclaró en un comunicado que seguirá llevando el lazo amarillo, sin arrepentirse de haberlo hecho y señalando que así ha sido en otros lugares de Cataluña y en muchas ciudades del mundo y que jamás, hasta el citado estreno de Madrid, nunca le había sucedido ningún incidente ni polémica, añadiendo que si alguno sentido especial tenía la denuncia que supone de llevarlo era precisamente en dicha ciudad.
En los teatros de ópera se pueden mesurar, además, algunas de las diferencias entre ser y pretender. La pretensión tiene una graduación que va desde la cursilería a la tiranía, esa imposición por la fuerza de una autoridad que no se tiene. ¿En qué grado de la escala situarían al régimen presente en la infausta noche del Teatro Real? Está bastante claro.
Au revoir mes amis.
Monsieur de Voltaire
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El Teatro Real de Madrid muestra el palco del monarca
El Royal Opera House de Londres no muestra palco alguno para el monarca, que lo es de 16 Estados.
El espejo de Mefistófeles refleja en el film de F.W. Murnau la cruda realidad de Fausto, la pérdida de su ficticia juventud. Una obra maestra que recomiendo ver clicando aquí.